"Sucha" -I-

encierro ni al tormento.  No es tanto por lo que he vivido sino por lo que no podía comprender...más bien, no soporto los sitios cerrados porque me fastidian los órdenes cerrados y esquizofrénicos que preservan el aroma del alcánfor, del cloroformo, la mezcla de los vicios reales.  Me hostigan los pequeños acres de aires ¡y qué democráticos! para caer en esperanzas mustias.  Me es amargo, ¡ah,  mi querida Sucha, si yo hubiera sabido...entrar aquí y pasear por las horas de ayer donde todos la disfrutamos tantos!.  Pero, no la estoy culpando, no me atrevería, ni siquiera puedo juzgar alguna de sus actitudes.  Usted, hizo lo correcto.  Lo que le gritaba el momento.  El amor juega de esa forma.  Al revés y en contra de lo que estamos emitiendo.  O por lo menos, al contrario de mi  percepción.  Ahora, sí me había vuelto casi loco.  ¿Por qué no lo había visto antes?, ¿por qué tuve que verla casada, en silla de ruedas, para entender mis sentimientos por usted, y quizás, también, mi destino?.

                 Sabe, amiga mía, ya no es como antes, la casa no mantiene aquel orden especial inventado por sus manos de viento, por sus sueños de juventud, ni siquiera las piezas de cristal sobre la biblioteca conservan el sitio que usted les había impuesto; es más, creo que faltan tres o cuatro (sería bueno preguntarle a la mujer de la limpieza).  Tengo un suave, pero tormentoso dolor muscular  en mi brazo derecho, aún así esto no me detiene de seguir escribiendo.  Esto es el arte, son fuerzas superiores,  que controlándolas vamos en contra  de nosotros mismos.  No sé por qué siempre tengo la costumbre de hacer acotaciones y de dar explicaciones, ¡menos mal que no es por los entendimientos!...¡Ah, mi querida amiga, si supiera...!...¡Qué digo. Si…usted, lo sabe!.

                  Por, eso, también, usted imagina el por qué me he querido quedar en su departamento, a pesar de lo incómodo de la situación.  Me vine a este apartamento del centro un viernes por la noche, a eso de, no recuerdo la hora; soplaba alguna brisa que violentaba mi cabello.  Sólo lo he tomado temporalmente porque usted me dio las llaves, porque yo no tenía a donde ir, y porque, después de esos dos terribles meses (porque, sepa usted, que a partir de entonces, ya han pasado dos meses) tenía la necesidad de hablarle, de contarle, de verla...Después de todo, usted había

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